Cartografía política (II): Rumanía, Reino Unido y el Vaticano ante el desconcierto global
El ascenso del trumpismo rumano, el vuelco electoral de Farage y un cónclave sin rumbo claro configuran el mapa de una época en busca de centro.
🇷🇴 Rumanía: el trumpismo se disfraza de antisistema y se prepara para el poder
George Simion, el líder ultranacionalista y conspiranoico de AUR, ha ganado con un 41% la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Rumanía. Se enfrentará el 18 de mayo a Nicușor Dan, un centrista proeuropeo y alcalde de Bucarest que pasó a segunda vuelta con un ajustado 21%, ligeramente por delante del candidato oficialista Crin Antonescu.
Simion ha sabido capitalizar la indignación provocada por la anulación de las presidenciales de noviembre, en las que el también ultranacionalista Călin Georgescu resultó ganador antes de ser descalificado por sospechas de injerencia rusa. AUR se presenta como el "último anticuerpo contra la dictadura sanitaria" y ha explotado todas las grietas del sistema: desde la desafección hacia los partidos tradicionales hasta el euroescepticismo, el miedo a la inmigración o la nostalgia autoritaria.
En su discurso, Simion mezcla negacionismo pandémico (“la plandemia no tuvo efectos en Rumanía”), teorías conspirativas globalistas y una agenda abiertamente nacionalista: defiende la anexión de Moldavia, se muestra crítico con la ayuda a Ucrania, arremete contra la enseñanza del Holocausto y relativiza el legado del dictador Ceaușescu. Su retórica se alinea con el trumpismo y bebe de la influencia de figuras como Steve Bannon y J.D. Vance.
Simion ha sido vetado por Ucrania y Moldavia y su partido está bajo investigación por presunto uso indebido de fondos públicos para financiar lobby en EE. UU. Su mensaje, sin embargo, ha calado en la diáspora rumana (más de 900.000 votantes en el exterior) y en una población urbana, joven y desencantada con las elites tradicionales.
En la segunda vuelta del 18 de mayo no se decide solo el nombre del próximo presidente rumano. Se decide si el trumpismo centroeuropeo toma por fin el Palacio de Cotroceni.
🇬🇧 Reino Unido: Farage gana, el bipartidismo tiembla
Reform UK, el partido liderado por Nigel Farage, ha conseguido un avance histórico en las elecciones locales británicas. Ha obtenido más del 40% de los concejales en juego, conquistado por primera vez una alcaldía (Greater Lincolnshire) y, sobre todo, ha derrotado al Partido Laborista en una de sus circunscripciones más seguras: Runcorn & Helsby. Su candidata, Sarah Pochin, ganó por apenas seis votos, pero el impacto ha sido devastador.
“Somos ya la oposición real”, ha proclamado Farage. Y tiene razón: los conservadores están en estado de derrumbe y los laboristas, apenas diez meses después de llegar a Downing Street, empiezan a dar signos de fatiga. Farage ha captado el voto de los desilusionados, de quienes votaron a tories o laboristas en el pasado. Reform UK ya no es solo un partido testimonial. Es una amenaza estructural al sistema.
La reacción no se ha hecho esperar. El Gobierno ha anunciado recortes en inmigración, revisión de políticas de diversidad y un giro más conservador en gasto social y transición climática. Todo ello para frenar la fuga hacia la derecha radical. El Reino Unido se encamina hacia una triple crisis: institucional (el sistema mayoritario se tambalea), representativa (la oposición se fragmenta) y cultural (el lenguaje MAGA ha cruzado el canal de la Mancha).
🇻🇦 El Vaticano: el cónclave del desconcierto
El próximo 7 de mayo, 133 cardenales de 71 países entrarán en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor de Francisco. Y lo harán sin un candidato claro, sin bloques cohesionados y bajo una presión externa sin precedentes. Donald Trump ha intentado condicionar el proceso con un montaje suyo vestido de papa; Emmanuele Macron ha sido acusado de injerencia por su reunión con cardenales franceses; y la extrema derecha católica lanza campañas de descrédito contra candidatos reformistas. El Vaticano, mientras, guarda silencio.
Este cónclave no es solo una elección. Es una disputa sobre qué Iglesia se redefine para los próximos años: la Roma centralizadora y diplomática de Pietro Parolin, o la Iglesia sinodal, abierta y descentralizada que dejó como legado del papa Francisco. Parolin, antiguo secretario de Estado, representa la nostalgia de una Cúria fuerte y la resistencia a las reformas. Su figura despierta apoyo entre los italianos y los curiales, pero también rechazo: su papel en el acuerdo con China, los escándalos financieros y su frialdad pastoral le han erosionado.
Del otro lado, el bloque reformista está fragmentado: Tagle, Zuppi, Grech, Aveline, Prevost... Muchos nombres, pocas certezas. La geografía del colegio cardenalicio también ha cambiado: el 61% ya no es europeo, y muchos no se conocen entre ellos. Francisco quiso una Iglesia global. Ahora, esa misma diversidad dificulta los pactos y prolonga la incertidumbre.
A medida que avance la semana, los movimientos en los escrutinios, las comidas y los pasillos marcarán el ritmo de una decisión trascendental. Si el jueves no hay papa, cualquier escenario se abrirá: desde un candidato africano o asiático hasta un outsider inesperado. El número 267 de la historia no solo tendrá que guiar a la Iglesia. Tendrá que interpretar el espíritu de una época rota.
Las elecciones rumanas, los comicios locales británicos y el cónclave vaticano tienen poco en común en la superficie. Pero las tres escenas revelan un mismo fondo: el declive de los consensos tradicionales, el ascenso de figuras impugnadoras y la dificultad para articular mayorías estables. El nuevo desorden mundial ya no viene de los golpes de Estado ni de las revoluciones. Viene de la desconfianza, del cansancio con las instituciones y del deseo de alternativas, por ruidosas o rudimentarias que parezcan.
Ya sea en Cotroceni, en Westminster o en San Pedro, el siglo XXI sigue buscando su centro. Y por ahora, lo hace sin encontrarlo.