El colapso del orden transatlántico y el desafío al que se enfrenta Europa
Europa se enfrenta a su mayor reto geopolítico en décadas: con EE.UU. dando la espalda a Ucrania, el continente debe decidir si asume su propia defensa o queda a merced de las potencias autoritarias
El choque en el Despacho Oval: un punto de inflexión
El enfrentamiento en vivo entre Donald Trump, J.D. Vance y Volodímir Zelensky en la Casa Blanca no ha sido solo un episodio diplomático tenso. Es la constatación de un cambio radical en el orden global que pone punto y final al mundo que conocimos tras las II Guerra Mundial. La política exterior de EE.UU. ya no se alinea con las necesidades estratégicas de Europa, y la seguridad del continente está en juego.
Trump no solo dejó claro su desdén por Zelenski, sino que, en términos prácticos, rompió cualquier vestigio de la cooperación que definió las relaciones transatlánticas en las últimas décadas. Con una postura abiertamente hostil hacia Ucrania y con el foco en una agenda aislacionista, Washington se desmarca de sus compromisos tradicionales. Europa, por tanto, se enfrenta a un dilema inaplazable: asumir su propia defensa o aceptar un mundo en el que Vladimir Putin y Trump negocien el futuro de Ucrania sin contar con la Unión Europea (UE).
Más allá del desplante diplomático, la realidad es que Ucrania se aleja de su mayor respaldo militar y financiero. A nivel práctico, esto significa que la capacidad de defensa de Kiyv depende exclusivamente de la voluntad y los recursos de Europa, que hasta ahora ha demostrado no estar preparada para suplir el vacío dejado por EE.UU. Los sistemas de defensa antiaérea, la munición y el apoyo logístico proporcionados por Washington han sido fundamentales para la resistencia ucraniana. Sin ese respaldo, la ecuación del conflicto cambia drásticamente a favor de Rusia.
A esto se suma la fractura en las relaciones económicas entre Ucrania y EE.UU. La reunión en la Casa Blanca tenía también como objetivo la firma de un acuerdo estratégico sobre tierras raras, fundamentales para la industria tecnológica y militar. Sin embargo, el choque entre Zelenski y Trump llevó a que el acuerdo quedara sin firmar, privando a Ucrania de un posible respiro económico y alejando a Washington de cualquier cooperación significativa en materia de recursos estratégicos. Esta ruptura también beneficia indirectamente a China, que sigue dominando el mercado global de estos materiales y podría ganar aún más influencia en la cadena de suministro internacional.
¿Europa reacciona?
Tras el incidente, líderes europeos como Emmanuel Macron, Pedro Sánchez y Ursula von der Leyen han mostrado un firme respaldo a Zelenski. La unidad en las declaraciones es clara, pero la pregunta sigue abierta: ¿puede Europa llenar el vacío dejado por EE.UU.? La falta de capacidad militar propia y la fragmentación política dificultan una respuesta efectiva a la amenaza rusa. No hay tiempo para debates prolongados. La autonomía estratégica que Macron ha defendido durante años ya no es una opción filosófica, sino una necesidad urgente.
Francia y Alemania han propuesto incrementar la inversión en defensa, pero el problema es más profundo: Europa no tiene una industria armamentística capaz de producir a la escala y rapidez necesarias para sostener una guerra prolongada. Además, la falta de una estructura de inteligencia compartida y un mando unificado limita la capacidad operativa de una posible respuesta militar coordinada.
Por otro lado, la inestabilidad política dentro de la UE también es un obstáculo. Países como Hungría y Eslovaquia han mostrado posiciones ambivalentes sobre el apoyo a Ucrania, mientras que en otras naciones crecen las voces nacionalistas que cuestionan la viabilidad de una política exterior común. En este contexto, la pregunta clave es: ¿Qué pasará si Rusia intensifica su ofensiva y Europa no puede reaccionar con rapidez?
El relato que Occidente no supo construir frente a la Rusia de Putin
Occidente, confiado en su victoria tras la Guerra Fría, ignoró la lenta y meticulosa estrategia de Putin para desestabilizar el orden global. Desde la anexión de Crimea hasta la guerra en Ucrania, cada paso fue tratado como un incidente aislado, sin reconocer el plan mayor que hoy se materializa en la realidad de una Europa sin garantías de seguridad.
A esto se suma el desmoronamiento del relato democrático en muchas partes del mundo. Mientras EE.UU. retrocede en su compromiso con la seguridad internacional, China y Rusia han intensificado su narrativa antioccidental, presentándose como alternativas “eficaces” a un orden internacional injusto y hegemonizado por Washington. En América Latina, África y el Sudeste Asiático, esta narrativa ha ganado adeptos, debilitando aún más la posición global de Occidente. Es la era de la revancha, que acertadamente ha descrito el periodista Andrea Rizzi en su último ensayo.
La gran pregunta ahora es: ¿Europa será capaz de reaccionar antes de que sea demasiado tarde?
Europa necesita tomar decisiones estratégicas de inmediato. La creación de un ejército europeo real, la inversión masiva en la industria armamentística y una política exterior unificada ya no son cuestiones teóricas, sino imperativos de supervivencia. Los próximos años aclararán si la UE se convierte en un actor geopolítico autónomo o si queda relegada a la irrelevancia en un mundo cada vez más dominado por potencias agresivas y sin compromisos internacionales.
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