El teatro de la paz: Trump y Putin ponen a prueba a Ucrania y a Europa
Trump presiona a Zelenski para ceder Dombás mientras Europa intenta evitar que Washington 2025 se convierta en un nuevo Múnich
El 18 de agosto de 2025, los pasillos de la Casa Blanca fueron escenario de un encuentro que parecía mezclar lo existencial con lo absurdo. Volodímir Zelenski entró en Washington vestido con un traje de inspiración militar, mezcla de protocolo diplomático y símbolo de resistencia. Frente a él, Donald Trump lo recibió con una sonrisa y un “I love it”, antes de recordarle públicamente que, si quisiera, podría acabar la guerra de inmediato cediendo territorio a Rusia.
Mientras tanto, los principales líderes europeos —von der Leyen, Macron, Merz, Meloni, Starmer, Stubb— se alineaban junto al presidente ucraniano. Su objetivo era claro: evitar que este Washington 2025 se convierta en otro Múnich 1938, aquel momento en que Europa entregó a Hitler los Sudetes en nombre de una paz que solo abrió la puerta a una invasión mayor.
Trump, el “pacificador” que no trae paz
El presidente estadounidense proyecta su imagen de peacemaker-in-chief, obsesionado con el Nobel de la Paz y con la idea de que detener disparos equivale a lograr la paz. Esa visión es falaz: la paz no es ausencia de combate, sino resolución de un conflicto. Trump presume de haber “parado seis guerras en seis meses”, pero su récord es frágil: acuerdos parciales, treguas inestables y, sobre todo, fracaso en Ucrania y Gaza, mientras en esta última sigue respaldando el genocidio llevado a cabo por Israel.
En Washington repitió la fórmula, como si de una negociación empresarial se tratara: telefoneó a Vladimir Putin durante la propia cumbre, tras verse con él mandatario ruso en Alaska el pasado viernes, y anunció que organizaría un cara a cara entre ambos presidentes, seguido de una trilateral con él como mediador. En su relato, bastaría con entregar Dombás para cerrar un “gran acuerdo de paz”.
Zelenski y el Dombás
Para Zelenski, aceptar la propuesta de Trump de entregar Dombás sería un error histórico y un suicidio estratégico. Rusia ni siquiera controla por completo la región —ocupa casi toda Lugansk y tres cuartas partes de Donetsk—, pero convertir en moneda de cambio el resto del territorio equivaldría a legitimar una agresión que comenzó en 2014 con la anexión de Crimea y la guerra en el este.
Por eso Zelenski insiste en que la paz no puede basarse en concesiones forzadas, que ya demostraron ser inútiles hace más de una década: lejos de frenar a Moscú, solo sirvieron como trampolín para una ofensiva aún mayor. En Washington agradeció el apoyo estadounidense, pero subrayó un límite innegociable: Ucrania no cederá territorio soberano a cambio de promesas frágiles que repitan los errores del pasado.
Europa: entre Yalta y la “coalition of the willing”
Los líderes europeos llegaron a Washington con un doble temor: que Trump use a Ucrania como moneda de cambio en su relación con Putin, y que Estados Unidos dé un paso atrás en su compromiso con la seguridad del continente. Con ese telón de fondo, Ursula von der Leyen, Emmanuel Macron, Friedrich Merz, Giorgia Meloni, Keir Starmer y Alexander Stubb se aferraron a una exigencia mínima: garantías de seguridad claras para Kiev.
Trump aceptó ponerlas sobre la mesa, gesto que en Bruselas y en la OTAN se interpretó como “un gran paso adelante”. De ahí nace la idea de una “coalition of the willing”, un grupo de países dispuestos a articular esta misma semana mecanismos de protección militar y política para Ucrania. Para muchos líderes europeos, es la única salida: si Trump veta la vía de la OTAN, deberá al menos comprometerse con un equivalente creíble.
En el aire, sin embargo, persiste la pregunta histórica: ¿será este esfuerzo el inicio de una arquitectura de seguridad alternativa o solo un espejismo destinado a encubrir una nueva cesión al Kremlin?
El absurdo de la diplomacia
Para buena parte de la sociedad civil ucraniana, lo ocurrido en Washington se pareció más a un reality show que a una negociación seria. Trump alterna posiciones con la misma rapidez con la que escribe en Truth Social, generando promesas hoy y contradicciones mañana. Zelenski lo sabe: no puede confiar en Putin, pero tampoco en un aliado tan imprevisible, cuyo apoyo resulta tan imprescindible como inestable.
¿Washington 2025 será otro Múnich?
La historia pesa como una advertencia. En 1938, Europa creyó haber comprado la paz entregando los Sudetes a Hitler; en 1945, Yalta legitimó el reparto del Este entre las potencias vencedoras. Hoy, Zelenski evoca esas lecciones y marca un límite: Dombás no será moneda de cambio.
La cumbre de Washington quedará como un momento bisagra: el día en que Trump intentó imponer su “gran acuerdo”, Zelenski defendió la supervivencia de Ucrania y Europa se vio obligada a elegir entre seguir confiando en un aliado imprevisible o asumir, por fin, su propia seguridad.
La pregunta sigue abierta y marcará la memoria histórica: ¿será Washington 2025 recordado como un nuevo Múnich —una paz frágil al precio de la rendición—? De momento, Europa parece seguir delegando su destino en manos ajenas.