La cuarta ola de la crispación: del ruido a la calle Génova
Feijóo intenta liderar un nuevo ciclo de confrontación política con apelaciones hiperbólicas y movilizaciones sin arraigo, mientras las encuestas desmienten el relato de desgaste del Gobierno
España vive en estos días la gestación de una cuarta ola de crispación política, impulsada por una derecha que, una vez más, recurre a la deslegitimación del Gobierno y las instituciones democráticas como principal herramienta de oposición. El pasado jueves, el intento de protesta de grupos ultras, respaldados por Vox, ante el Palacio de la Moncloa —desangelado y sin eco ciudadano— fue solo el último episodio de una estrategia que tendrá su siguiente puesta en escena el 8 de junio, con una gran concentración convocada por el Partido Popular en Madrid. De todas las lecciones que dejó la mítica “foto de Colón”, la derecha española parece que no tomó nota de ninguna.
El guion es conocido. Ya en 2009, Balaguer y Sanz identificaron dos grandes olas de crispación: la primera entre 1993 y 1996, con el caso GAL y la corrupción como ariete contra Felipe González; la segunda, entre 2004 y 2008, con las teorías de la conspiración del 11M, ETA y Cataluña como ejes para minar a Zapatero. La tercera ola arrancó en 2019, con la citada “foto de Colón” como icono inaugural, y se consolidó durante la pandemia, con manifestaciones como la de Núñez de Balboa, que elevaron el tono antipolítico al grito de “libertad” que posteriormente capitalizó Isabel Díaz Ayuso y hundió a Albert Rivera y Pablo Casado.
Hoy asistimos a los compases de una cuarta fase de crispación, igual de ruidosa que las anteriores, pero potencialmente más peligrosa. Esta nueva etapa está protagonizada por un PP de Feijóo atrapado entre el mimetismo con Vox, las presiones de unas bases cada vez más radicalizadas y la influencia de pseudomedios alimentados con fondos públicos procedentes de administraciones gobernadas por el propio PP. Estos medios marcan gran parte del discurso deslegitimador del líder popular, que oscila entre la necesidad de construir un perfil propio y el intento de imponer un relato de fin de ciclo, ilegitimidad del Gobierno y corrupción estructural. El discurso no es nuevo, mientras Feijóo sigue siendo incapaz de ofrecer un proyecto político que vaya más allá del ruido.
De Moncloa al 8J: movilización sin músculo
El intento fallido de manifestación ante la Moncloa es el síntoma más evidente de una derecha que se moviliza sin músculo social ni respaldo amplio. Las consignas catastrofistas no trascienden más allá de los sectores más polarizados, y la estrategia de agitación encuentra un límite claro: los datos no acompañan. Las encuestas muestran que el Gobierno no sufre un desgaste significativo y que la figura de Pedro Sánchez se mantiene estable pese a la ofensiva política sostenida.
A esto se añade una incongruencia estratégica de fondo: si la situación del país es tan insostenible como afirma el líder popular —con apelaciones constantes a la ruptura del Estado de derecho o a la degeneración democrática—, ¿por qué no se atreve a presentar una moción de censura? La pregunta flota en el ambiente. Porque, más allá de la retórica, Feijóo sabe que carece de los apoyos parlamentarios y del clima social necesario para hacerlo. El tono hiperbólico no encuentra correlato institucional. Y la ausencia de pasos políticos concretos —más allá del ruido y la pseudoprensa— delata la debilidad del relato.
Ante esta desconexión entre relato y realidad, el Partido Popular ha optado por convocar una gran concentración el 8 de junio para capitanear a los sectores conservadores del país. Pero la hipérbole empieza a mostrar signos de agotamiento, y la insistencia en una España al borde del colapso choca con la percepción mayoritaria de una ciudadanía más preocupada por el presente que por el dramatismo impostado, mientras el país crece económicamente.
El riesgo de cocerse en su propia salsa
Feijóo se la juega en este ciclo. Su decisión de convocar el congreso del PP a modo electoral, su empeño en mantener un tono catastrofista permanente y su necesidad de diferenciarse de la ultraderecha sin romper con ella pueden volverse en su contra. En un contexto donde las elecciones generales no están previstas hasta 2027, el riesgo de desgaste prematuro es alto.
El PP ha convertido cada semana en una campaña electoral, pero el calendario va por otro lado. Esa disonancia entre discurso y realidad —una España que no se hunde, un Gobierno que resiste, un país que no vive en estado de excepción— puede acabar provocando un desfonde estratégico. El votante de centroderecha desconectado del frentismo, hastiado de promesas apocalípticas que nunca se cumplen, puede desmovilizarse. Y la izquierda, si sabe canalizar el hartazgo hacia un marco de estabilidad frente a la agitación, puede recuperar oxígeno.
Conclusión: crispación sin relato
Esta cuarta ola, a diferencia de las anteriores, carece de anclaje sólido en la realidad social. No hay atentado, no hay recesión, no hay escándalo político de gran calado. Solo hay estrategia. Y si la estrategia no conecta con una experiencia ciudadana compartida, el resultado puede ser contraproducente.
Feijóo, que llegó con el aura de gestor moderado, ha ido mutando hacia el lenguaje de la confrontación sin haber ensanchado aún su base electoral. En política, la repetición constante de un relato sin correlato termina por desgastar más al emisor que al destinatario. Si el PP no revisa sus tempos y su tono, puede acabar llegando a las elecciones de 2027 sin relato, sin épica y sin resuello.
Hola Eduardo.
Gran análisis que comparto en líneas generales, aunque con matices:
1) Creo que Feijóo intenta cabalgar una ola de ultraderechización sociológica, pero no sabe cómo hacerlo. Desde el punto de vista mediático, no le sale natural. Y corre el riesgo de que la gente vote al original y no a la copia. Arrojarse al extremismo en vísperas de su congreso será bueno para las bases, pero ¿qué imagen va a dar al electorado? Justo ayer hice una lectura humorística de su difícil situación aquí:
https://breiquin.substack.com/p/chisgarabis?r=3gzyml
2) Sin embargo, dices que Pedro Sánchez aguanta. Yo pienso que la fatiga de materiales (la obsolescencia programada de los políticos en este mundo mediático), con un pequeño escándalo cada día (quizás no tan grave como los del PP, pero sí muy continuos), están desgastando a un gobierno al que apenas le queda la política exterior como zona de autonomía. El área de gestión más sensible (sin lugar a dudas, la vivienda) está en manos de las autonomías gobernadas por el PP.
En definitiva, no veo esa reacción de la izquierda que tú si consideras posible. Para mí el riesgo (para la izquierda y, creo que también para el país, pero esta es, claro, mi opinión personal) está en la postura de VOX, que puede apoyar a un eventual gobierno del PP sin entrar en el gabinete, y jugar con él como hoy Junts hace con el PSOE.
Tiempos recios. Gracias por el análisis