¿Quién vota a Aliança Catalana?: Anatomía de un electorado que altera el mapa político catalán
Edición especial basada en los datos del Baròmetre d’Opinió Política 3/2025 (CEO)
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Aliança Catalana (AC) ha irrumpido en el escenario político catalán como una fuerza disruptiva que articula con eficacia un discurso basado en inmigración, seguridad e identidad cultural. Su ascenso no es coyuntural: el CEO 3/2025 confirma la existencia de un electorado sólido y coherente, lo bastante amplio como para amenazar con un sorpasso histórico a Junts dentro del espacio soberanista.
AC es, en gran parte, un producto del desgaste del procés. No nace del impulso épico inicial, sino del vacío que dejó una promesa política que dejó de avanzar. En ese espacio emerge un independentismo que ya no mira hacia el horizonte institucional, sino hacia la protección cultural. Su votante no encaja en la caricatura del radical desorientado: percibe que lo que está en riesgo no es solo la independencia, sino la continuidad de un modo de ser que siente amenazado por los cambios sociales y demográficos del país. Ese es el terreno donde AC encuentra arraigo, y su crecimiento continuará mientras el sistema político ignore esos nervios identitarios que solo este partido parece saber pulsar.
Esta newsletter analiza, a partir de los datos del CEO, quién es el votante de AC, qué piensa, de dónde procede y por qué su aparición está reordenando tanto el espacio nacionalista como el eje ideológico catalán. No es un fenómeno repentino ni un voto meramente emocional, sino la traducción electoral de un malestar profundo (identitario, cultural, económico y político) que por primera vez encuentra un canal claro.
Un votante que no se hunde, pero siente que ya no avanza
La imagen que emerge es la de un elector atrapado en un horizonte plano. No habla desde la emergencia económica, sino desde la inmovilidad. La mayoría cree que su situación dentro de un año será idéntica a la actual; una parte importante teme que empeore y solo una minoría espera progresar.
Ese estancamiento prolongado alimenta la percepción de que el país cambia a un ritmo que su propia vida no acompaña. La amenaza, entonces, deja de ser económica y pasa a ser cultural: si el progreso ya no es una opción, lo que debe protegerse es lo que se tiene. Esta lógica explica en gran medida por qué este votante interpreta los debates públicos en clave de pérdida, más que de oportunidad.
El ecosistema informativo: donde se construye la identidad política
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