Alcalá Norte y todas las lecciones que la izquierda madrileña no aprendió
El éxito musical de la banda capitalina encierra claves extrapolables a la comunicación política que las fuerzas progresistas madrileñas no han sabido aprovechar en los últimos tiempos
Concluye el verano y, con él, buena parte de los festivales musicales que han llenado el país de pulseras de tela, vasos de plástico reutilizables y carteles kilométricos. Se podría escribir sobre la burbuja de estos macroeventos —con sus precios disparados y su homogeneización cultural—, pero nos detendremos en algo distinto: lo que la política puede aprender de la cultura pop.
Para ello, utilizaremos el ejemplo de Alcalá Norte, banda surgida en el barrio madrileño de Ciudad Lineal, que en apenas un año ha pasado de debutar con su primer disco a convertirse en uno de los nombres imprescindibles de la escena musical española. Su ascenso no ha sido casual ni progresivo, pero sí revelador: ahí donde la izquierda madrileña no logra conectar, ellos (Álvaro Rivas, Jaime Barbosa, Pablo Prieto "admin", Laura de Diego y Carlos Elías "Dr. Rock") han sabido hacerlo con naturalidad.
La pregunta es obvia: ¿qué puede enseñar Alcalá Norte a quienes quieren gobernar Madrid?
1. Entender lo aspiracional
La izquierda madrileña sigue anclada en un relato defensivo: la pérdida de servicios públicos, la precariedad, la dificultad de sobrevivir en la ciudad. Todo ello es real, urgente y necesario de denunciar. Pero con eso no basta. No alcanza para seducir a quienes aún no votan por ti.
Lo que falta es una narrativa ofensiva, capaz de invitar a soñar con más: imaginarse viviendo mejor en el barrio sin tener que abandonarlo, sin renunciar a la identidad de Aluche, Vallecas o Carabanchel. Esa épica cotidiana aparece en letras como La vida cañón o La Calle Elfo, donde se canta a la posibilidad de vivir un poco mejor1, o a la ilusión sencilla de “tener un pisito en la calle Elfo”.
La clave está en ofrecer horizontes. Hacer sentir que el futuro puede ser distinto y que es posible mejorar vitalmente sin romper con lo que se es. Eso es aspiracionalidad: convertir tu proyecto en una historia a la que la gente quiera pertenecer.
La política progresista en Madrid rara vez logra transmitir ese deseo. Habla de redistribución, pero no de progreso; de derechos, pero no de sueños. Y mientras tanto, la ciudad vota —y escucha— con la mirada puesta hacia arriba.
2. Identidad de barrio
El propio nombre, el del centro comercial de su barrio, lo deja claro: Alcalá Norte es raíz, es territorio. La banda construye un imaginario reconocible para quienes crecieron en las periferias madrileñas, recordando que Madrid no se agota en Malasaña ni en la M-30. Lo local se convierte en universal porque se transmite con orgullo y autenticidad, abriendo un espacio de pertenencia para quienes nunca se sienten reflejados en el relato dominante de la ciudad de las cuatro torres.
La izquierda madrileña, en cambio, tropieza con dos errores recurrentes: encerrarse en un lenguaje identitario que solo entienden los ya convencidos o, en el extremo opuesto, diluirse hasta perder cualquier rasgo propio en su intento de agradar a todos.
La lección que deja la música es sencilla pero poderosa: la identidad no resta, suma. Siempre que se exprese con códigos compartidos, con emoción y con orgullo, se convierte en un factor de atracción, no de exclusión.
3. Frescura comunicativa
Alcalá Norte suena y comunica con naturalidad descarada. No parecen impostados, no abusan de jerga técnica, no piden permiso para ocupar un escenario ni para abrir un hilo en X. Su comunicación funciona porque es directa y cercana: el bajista, que además lleva las redes del grupo —de ahí el apodo de “admin”—, maneja la cuenta como quien escribe a colegas, sin filtros de community managers de manual ni miedo a salirse del guion. Provocan, hacen que hables de ellos, generan conversación. Esa capacidad de hacer que hablen de ti, incluso de quienes no te siguen de cerca, es oro comunicativo.
Isabel Díaz Ayuso lo ha entendido muy bien —aunque no sea el espejo en el que mirarse—: su estilo genera titulares y reacciones constantes marcando la conversación de forma recurrente. La lección es clara: en la era digital, no basta con trasladar información; hay que emocionar, sorprender y dejar huella aportando valor añadido.
4. Habla de ti y crea comunidad
Alcalá Norte no pierde el tiempo definiéndose contra otros. Hablan de sí mismos, de su mundo y de su gente, especialmente, en las entrevistas, y con eso logran que el público se reconozca en ellos. Sus letras, sus referencias y hasta su manera de comunicarse en redes construyen un relato propio que engancha porque es auténtico.
Ese relato genera comunidad: primero en pequeños conciertos de barrio, luego en salas medianas, y ahora en festivales donde el público canta como si cada historia fuese también la suya. Hablar de ti, cuando lo haces con verdad, termina haciendo que los demás hablen y se identifiquen contigo.
En política ocurre lo mismo. No basta con señalar lo que hace mal el adversario ni con repetir por qué el otro está equivocado. Todo el mundo sabe que la Comunidad de Madrid lleva décadas debilitando la sanidad y la educación públicas. Y, sin embargo, ese diagnóstico por sí solo no ha servido para que la derecha pierda el poder en los últimos 30 años. La clave no está en la denuncia constante, sino en construir un relato propio, reconocible y atractivo, que genere ilusión y sume apoyos. Porque la comunidad política no nace de la confrontación permanente, sino de la identificación compartida en un proyecto común.
5. Liderazgos y referentes diversos
Alcalá Norte no se entiende desde un único frontman que lo absorba todo. Su fuerza está en la variedad de referentes que ofrece: el cantante con actitud punkarra, la teclista que baila y aporta frescura, el guitarrista de espíritu rockero, el batería con alma heavy, el bajista con estética britpop. Perfiles distintos que, lejos de competir, se complementan y conectan con públicos variados. Esa diversidad hace que cada persona en un concierto pueda encontrar su propio referente dentro del grupo.
En la izquierda madrileña ocurre justo lo contrario: cambios constantes en los cabezas de cartel, liderazgos que no terminan de consolidarse, y la imposibilidad de ofrecer referentes estables y múltiples a los distintos segmentos sociales. La política progresista se mueve entre la pugna de nombres y la volatilidad de sus portavoces, cuando lo que necesita es precisamente lo que muestra Alcalá Norte en cada escenario: un mosaico de identidades que se suman sin anularse.
La política puede aprender mucho de la música: la aspiración de pertenecer, la identidad orgullosa, la frescura en el relato, la capacidad de hablar de la vida de la gente y la diversidad de referentes. Alcalá Norte lo entendió y se ha convertido en el último símbolo de una generación que busca reconocerse en nuevas formas de contar.
La izquierda madrileña, en cambio, sigue desafinada, atrapada en la búsqueda de un discurso que conecte. Quizá la próxima vez que alguien se pregunte cómo llegar a la ciudadanía, debería mirar menos a los viejos manuales y más a lo que está pasando en los escenarios y en las calles. Al fin y al cabo, la política también va de ritmo, de emoción y de comunidad. Y solo gana quien consigue que la gente quiera cantar contigo.
La canción La vida cañón parte de un texto publicado en 1935 en el que un vecino de Lavapiés imagina cómo cambiaría su vida si le tocase la lotería. El batería Jaime Barbosa ha sabido enlazar esa letra con un referente muy reconocible: el componente aspiracional del personaje Antonio Alcántara en Cuéntame cómo pasó. Una conexión inteligente que muestra cómo los sueños modestos (tener un piso mejor, vivir un poco más desahogado, ascender socialmente) forman parte de una narrativa popular que sigue teniendo vigencia hoy.
Me parece un análisis fantástico. Cuadra punto con punto, y desde luego debería(mos) tomar nota la izquierda madrileña, y probablemente, toda la izquierda en general
No me interesaba demasiado este grupo, pero a raíz de este análisis igual les doy una escucha.
Un saludo.